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Ricardo en la Minería

Ricardo pronto tendrá un hijo. Es joven como yo, probablemente tenga los mismos veintitrés años que yo tengo. Me enteré indirectamente mientras él conversaba con su enamorada sobre el asunto y acordaban una reunión que no sé si se dio o no. Yo estaba muy interesado en el tema porque ni se me había pasado por la cabeza siquiera que estuviese en una situación como esa. Sabía que tenía enamorada y, pues, siempre está la posibilidad de que suceda algo de ese tipo. Por momentos, mientras conversaba por celular, parecía que tenía la situación controlada y que él llevaría las riendas de esa nueva responsabilidad, pero en otros instantes no parecía tener la certeza de esos anteriores momentos y todo lo malo o todo lo bueno que podía suceder, podía sucederle en cualquier momento, incluso en ese momento de frío mientras del cual nos protegía la rigidez de esos contenedores que están esparcidos por todos los lugares donde camina gente en la mina.

Mientras conversaba yo seguí con las labores que se suponía haríamos juntos sin ninguna incomodidad puesto que un tema así merecía la atención que él le estaba otorgando. Pero, al mismo tiempo, me preguntaba qué debía decirle luego de que terminase la llamada: “¿vas a ser papá?”, “¡qué pasó hombre!” o “¡felicitaciones!”. Como suelo hacer decisiones poco acertadas en ocasiones como fallecimientos, fracasos o decepciones, pensé que lo mejor sería tomar la situación como una buena noticia –con lo cual me evitaría complicaciones– así que le dije: “Felicitaciones Ricardo, no sabía que ibas a ser papá”. Aunque lo había pensado con anticipación, la verdad es que estaba contento por él y lo hice de manera natural. Preocupado también estaba, pero de eso no me acordé cuando lo felicité. Luego de ello, supuse que me contaría detalles sobre el acontecimiento.


Me contó que estaba conversando por celular –mi celular, por cierto– porque había tenido una discusión con su pareja el día previo a su llegada al trabajo. Se suponía que el día de la llamada él debía ir a una reunión con los padres de la joven para conversar sobre la situación y dejar los términos claros sobre la mesa. Lamentablemente, y con muy mal criterio a mi parecer, el gran Ricardo aceptó el llamado de nuestro supervisor para que adelante su llegada a nuestra querida mina y realice algunos trabajos muy importantes de los cuales no realizó ninguno porque ni eran importantes ni había trabajos por hacer ni el supervisor aparecía por algún lado (algo que suele suceder con no poca frecuencia, incluyendo que a mí me sucedió una vez). Por eso estaba enojada la joven en cuestión. Él me dijo que se lamentaba, pero que a su regreso a la ciudad solucionaría todo el asunto. “Y… ¿cómo vas a hacer on?”, “Irme a vivir con ella cuando nazca mi hijo”, “¿Ya sabes que es hombrecito?”, “No, todavía, eso se sabe a los seis meses pes causita”, “Entonces, ¿tienes casa o irás a su casa o cómo harás?”, “No, tengo mi casa, hace un tiempo invadí un terreno cerca a mi casa por El Porvenir y allí viviremos”, “Chumas, ta bien entonces, yo ni casa tengo tovía”. Parecía que Ricardo lo tenía todo controlado, lo cual me sorprendía porque en una situación como esa yo estaría muy preocupado, ni quisiera quiero imaginarlo. Sin embargo, dentro mío algo me decía que seguramente debía estar preocupado también y que esa aparente seguridad estaba mezclada con irresponsabilidad y algo de forzado relajo después del gran impacto que debió haberle causado enterarse de su nueva situación.

Antes de que se entere de su rol paternal, tuvo una riña con la joven. Resultó que él sentía que no la amaba lo suficiente como para que pasen más tiempo juntos y que lo mejor era estar tranquilos, alejarse y dejar que las cosas mejoren o terminen con la distancia. Supongo que ella estaba destrozada porque estaban juntos desde hacía bastante tiempo. No sé si en ese momento ya sabía del embarazo, pero a los días le dio la noticia a mi amigo. ¿Qué habrá pasado por la cabeza de Ricardo? ¿Será que hubiese pensado lo que yo hubiese pensado? “Carajo, la fregué, ta que… y ahora la fregué doble porque tovía hemos peleado. ¿y ahora qué hago? Chama…”. Qué lío en el que se habrá encontrado Ricardo. Pero entonces se arrepintió, se disculpó y lo siguiente que sé sobre la historia es que estaban llamándose en ese contenedor del cual tengo que entrar y salir día a día para hacer mi trabajo y recordar que aún no soy padre. Qué alivio. Le deseo mucha suerte a Ricardo.

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