La guerra del
fin del mundo es una obra de Mario Vargas Llosa, inspirada en el la rebelión de
un grupo, posteriormente asentados en el pueblo de Canudos, de fanáticos
católicos monárquicos liderados por “el Consejero” que no aceptan las
condiciones impuestas por la reciente república instalada en el Brasil de 1890,
tales como: el matrimonio civil, el censo y el pago de impuestos. Basándose en
que la república es el “can” o anticristo, y que el fin del mundo sucederá en
1900, está comunidad logra que el nuevo gobierno se sienta amenazado por la
rebelión, iniciándose así varias campañas militares con el fin de detener la
amenaza de desacato.
Detrás de todo ello, como
siempre sucede, existe una batalla política entre el Partido Autonomista de
Bahía y el Partido Republicano, monárquicos y republicanos, respectivamente.
Los segundos, liderados por Epaminondas Goncalves, ven en esta rebelión una
posibilidad de inculpar a los monárquicos de generar y apoyar un levantamiento
antirrepublicano (hecho que nunca sucede). Para ello es contratado un forastero
escocés llamado Galileo Gall, fanático revolucionario, el cual, a base de
mentiras, es enviado a Canudos con la esperanza de vivir en carne propia la
revolución, pero cuyo cadáver realmente servirá como prueba de las intenciones
del gobierno británico (grupos empresarios británicos explotaban el Brasil
antes de la República) y del Partido Autonomista para desestabilizar la
república. Galileo Gall no logra ni llegar a Canudos para cristalizar su sueño
revolucionario ni servir de prueba en contra de los monárquicos; muere de
manera ridícula en el camino, a raíz de un lío de faldas.
Sin embargo, a pesar de que la
contienda política, al principio de la rebelión, es azuzada con querellas y
ofensas de parte de ambos bandos, pronto se ve opacada debido a la acogida del
Consejero en los pobladores de Bahía, especialmente pueblos cercanos a Canudos,
y la derrota de dos expediciones militares. La primera liderada por el teniente
Pires Ferreira a cargo de un pelotón. La
segunda comandada por el mayor Febronio de Brito a cargo de una compañía.
Aunque el primer grupo tuvo razones para excusarse, la derrota del mayor genera
desconcierto y preocupación. Debido a ello, el gobierno decide derrotar y
exterminar de una vez por todas a los rebeldes, encomendando la misión al
coronel Moreira César, un héroe de guerra y líder histórico republicano, junto
al mariscal Floriano Peixoto (máximo representante ya fallecido).
Mientras tanto, dentro de
Canudos, la exaltación y júbilo luego de las victorias, se convierte en
preocupación y fe debido a la llegada de un regimiento liderado por un coronel
significando la pelea del anticristo; las bajas serían numerosas y los daños
considerables. Ante ello, azuzados siempre por el Consejero y líderes como el
Beatito, María Cuadrado, Joáo Abade, entre otros, se preparan fieramente para
enfrentar a la república. Contra todo pronóstico, ante la estupefacción de los
políticos monárquicos y republicanos, estos últimos viendo en Moreira César la
esperanza de afianzar la república, el regimiento es derrotado. La derrota fue
en gran parte a causa de las condiciones rurales, como la falta de alimento,
alojamiento, descanso y armamento adecuado. Todo ello pudo evitarse si el
coronel hubiese aceptado la invitación del Barón de Cañabrava, máximo
representante del Partido Autonomista Bahiano, para hacer descansar a la tropa
y suministrar provisiones. El Barón también se ve severamente afectado puesto
que su máxima propiedad, la hacienda de Calumbí es quemada, generando un
impacto que dejará traumada a su esposa.
Luego
de semejante derrota, la decisión del gobierno central es perentoria: derrotar
a Canudos con la cantidad de hombres que haga falta. A pesar de la resistencia
y casi victoria de Canudos en contra de las tres primeras brigadas comandadas
por el general Arturo Oscar, la llegada de casi cinco mil hombres más,
significa la derrota y exterminación total tanto humana como material de todo
lo que significaba Canudos y el Consejero. Es destacable que, a pesar de las
miles de muertes en Canudos durante la guerra, los fanáticos seguían entrando y
luchando por el Buen Jesús Consejero.
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