Yo
me levanto los días lunes a las 7:15 am, cuarenta y cinco minutos antes de que
empiece mi clase de Termodinámica Aplicada, un curso sencillo pero útil.
Amanezco pensando en lo que haré durante el día. Me pregunto cuáles son mis
motivaciones para levantarme, cómo llevaré a cabo mi itinerario, qué necesito
para lograr mis objetivos. Después de un doloroso quiebre de mi inercia
corporal, me dispongo a cambiar mis ropas de sueños, no muy distintas a mi
vestido de rutina exterior. Me lamento de tener que estudiar los lunes por la
mañana y bajo a desayunar. La verdad es que todas las veces que debo levantarme
temprano hecho una que otra mala expresión, castigándome a mí mismo por no
poder ir en otro horario y, de paso, echando culpa a cualquiera que sea el
responsable de establecer los horarios; yo odio despertar por las mañanas, son
lo peor que le puede ocurrir a un joven hambriento y cansado. Si es que está el
desayuno preparado estaré de buen humor durante gran parte del día, si no lo
está, pues, tengo que prepararlo por mi cuenta, recordando algo gracioso o
agradable para poder tomar mi alimento de buena manera, comer alegre es comer
mucho mejor. Las comidas son parte importante de mi vida cotidiana, les dedico
un tiempo especial, fuera de distracciones.
Las
clases son algo de lo que no deseo escribir. Realmente, no sé por qué sigo
aguantando a los estúpidos docentes que hacen perder el tiempo a los
estudiantes con sus clases improductivas y aburridas, mejor cada profesor que
sepa que es estúpido debería decir qué libro debemos leer o qué es lo que
debemos practicar para lograr los objetivos, evitando el encuentro innecesario
de un grupo de personas que solo se encuentran en un salón por compromiso.
Tengo asuntos mucho más importantes que atender como mi pequeño proyecto para
construir un motor Stirling. Bueno, la descripción de los hechos que ocurren los
lunes por la mañana no merece el tiempo ya estoy empleando en mencionarla. Me
retiro aproximadamente al mediodía, dispuesto a mejorar mi estado de ánimo,
solo dispuesto porque es lo único que hago mientras camino en solitario. Es
fácil avanzar sin conversar, a menos que pase alguien conocido del colegio, la
universidad, mi barrio, amigo de mi enamorada o, simplemente, alguien de quién
su rostro se me hace conocido; en tal circunstancia, deberé hacer un movimiento
de cabeza o mano derecha para saludar desdeñosamente, en señal de cortesía
fingida, a veces natural.
Debido que aún a las seis de la tarde debo
regresar a la universidad, espero el carro adecuado para llega sin novedades a
mi casa durante la movilización. Ne es sencillo elegir carro porque debe ser
espacioso, avanzar a la velocidad adecuada, sin lentitud y sin la rapidez
inicua de muchos conductores peruanos. A veces me sucede que imagino morir
dentro del auto después de un choque fantástico viendo cómo se comprime el
ambiente, obligando a que los pasajeros se inclinen hacia adelante al mismo
tiempo que yo los veo expresando mi total complacencia con tal situación. Es
gozoso, increíble.
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